martes, 12 de agosto de 2014

¡Tengo hambre!

La fecha elegida para mi intervención fue el 28 de Julio de 2014. Desde dos días antes de la operación tuve que empezar a beber sólo líquidos. Nada más que líquidos, para que no hubiera restos en el estómago que pudieran entorpecer la operación. Y fue duro. Últimamente estaba comiendo mucho. Por hambre, por ansiedad, por estrés... Acababa de empezar con una nueva posición en el trabajo y estaba muy asustada por la operación. Al trabajar desde casa dejé mis largas caminatas por Dublin y pasé a prácticamente no moverme. Tenía que llegar al peso mínimo de 96 kilos que me había mandado el Dr. Resa. Y lo conseguí. La noche antes de partir para Zaragoza me pesé en casa: 96,600 kilos.

El día 28 de julio sólo me estuvo permitido tomar un café con leche y beber agua hasta las 10 de la mañana. A partir de ahí nada más. Me operaron por la tarde y no fue hasta las 5 de la tarde del día siguiente que pude tomar mi primer vaso de agua tras las intervención. ¡Un vaso de agua que me duró más de dos horas y media! En el hospital, África, la ayudante del Dr. Resa me explicó cómo deberían ser mis hábitos de comidas tras la operación. Durante los primeros siete días sólo líquidos y a sorbitos pequeños espaciados por 15 minutos. Mortal. ¿Os imagináis que vuestra comida más contundente del día es un consomé aguado y que podéis dar un sorbito, esperar 15 minutos, volver a dar otro sorbito y así durante dos horas? :( No sólo que os toca recalentar el consomé como poco un par de veces... Es que cada vez que os toca "comer" se convierte en una historia interminable. Y esos siete primeros días pasan muy, pero que muy lentos. Y si encima estás en España, con toda esa comida maravillosa, se convierte en una tortura. Mi primer día en el Hospital tras las operación soñaba con comer un filete empanado, ¿os hacéis a la idea?

Los segundos 8 días pude tomar líquidos más densos (¡wow!) que incluían yogurt para beber y gazpacho. Ya no debía esperar los 15 minutos entre sorbo y sorbo, aunque aún así debía beber muy despacio y cada vaso debía durarme aproximadamente una hora. Esta segunda semana ya me tocó en Irlanda. Y aunque la comida aquí no es tan espectacularmente rica como en España, también se me ha hecho eterna. Lo peor ha sido la sensación de hambre. A partir de las 4 de la tarde empezaba a pasearme por  casa como un león enjaulado muerta de hambre. Más de una vez me sorprendí a mi misma chupando un poco de nocilla del dedo tras preparar la merienda a mi hija o tomando el zumito de los tomates que quedaba en la ensaladera tras las comidas.

La única forma de aplacar ese hambre canina era la crema de pollo que tomaba para cenar. Pero al día siguiente a las 4 volvía a sentir el hambre. Han sido en total (y contando los dos días previos a la operación) ¡18 días! de sólo líquidos. Nunca antes en mi vida había pasado por algo así. Antes de operarme no se me pasó siquiera por la cabeza que tendría que pasar por esto. No se me ocurrió. Ilusa de mi, pensé que después de la intervención podría volver a comer como siempre lo había hecho. Nunca se me ocurrió que mi estómago encogería al tamaño de un paquete de kleenex pequeño (que me lo han repetido tantas veces que ¡ya le tengo manía a los paquetes pequeños de kleenex! Con tal de no ver ese volumen ¡no pienso volver a comprar los kleenex pequeños en mi vida! Grrrrr... ).

Como nota positiva de esta etapa debo decir que el último día que me pesé en casa en España (el día 6 de agosto) pesaba 89,500. ¡Siete kilos menos que antes de operarme!

Algo es algo.

Hoy es mi último día de líquidos y esta tarde sentía tanta, tanta hambre que he decidido empezar con la siguiente fase de la dieta (purés de cuchara, es decir, aumentando espesor a comida de bebés). Y he merendado un yogur de fresa. Un inocente y pequeño yogur de fresa. Pero no os podéis imaginar el miedo y el cuidado con el que me lo he comido. Tenía pánico de pasarme y vomitar o que me sentara mal y me doliera el estómago, como he leído en otros blogs de gente que se ha sometido a esta operación.

No ha pasado nada. Me he comido todo el yogur mientras escribía esta entrada del blog y no ha pasado nada.  Bueno, sí ha pasado. Ya no muero de hambre. ¡Bienvenida esta nueva fase!

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