domingo, 31 de agosto de 2014

Ha pasado un mes: la primera desilusión

Perdonad, esta vez he tardado un poco en escribir. Como podéis ver por el título del blog, me he llevado mi primera desilusión y me está costando animarme y contarlo en el blog.

Como supondréis, las cosas no parecen que vayan muy bien. Tengo que reconocer que me lo estaba temiendo. No había vuelto a bajar de peso (bajé siete kilos la primera semana y luego un kilo más en las restantes casi 4 semanas) y el azúcar andaba rebelde. No es que me parezca mal haber bajado 8 kilos en un mes... Pero si lo pienso fríamente, supongo que cualquiera que se tire 18 días sólo bebiendo líquido a sorbitos (con el máximo espesor de un gazpacho de bote) debería bajar como mínimo esos 8 kilos si no incluso algo más.

El 25 fue mi cumpleaños, y me di el capricho de comer tarta con azúcar, pero no ha habido forma que el azúcar baje a niveles normales. He llegado a tener incluso un glorioso 202 :((( Así que al cumplirse el mes de la operación escribí al Dr. Resa y le expuse mis preocupaciones.

Lo que más me fastidia es el tema del azúcar. Si me operé fue para controlar el azúcar y poder permitirme llevar una dieta normal. Se me dijo que saldría del hospital sin tomar medicación para la diabetes, pero las cosas no han sido tan fáciles. Si es que tengo una mala pata... :((( Sí, salí del hospital sin tomar la medicación, pero los niveles de azúcar no llegaron a los prometidos niveles normales. El internista me dijo entonces que no me preocupara, que en un mes todo se habría normalizado. Pero ha pasado el primer mes y la cosa sigue regulín. El Dr. Resa me dice que tengo que tener paciencia, que es un proceso y que hay que ir poco a poco.  Pero es difícil tener paciencia cuando te has dejado una cantidad indecente de dinero en una operación y resulta que sigues teniendo el azúcar alto y tienes que seguir tomando Metformina. Sí, antes tomaba tres pastillas de Metformina al día, una antes de cada comida. Ahora, de momento y por algún tiempo, tengo que seguir tomando una pastilla al día de Metformina, pero también tengo que tomar un protector de estómago, vitaminas y una ampolla para fijar la vitamina D y el calcio.

Así que nada, he vuelto a lo de siempre. Azúcares e hidratos de carbono fuera y tengo que hacer ejercicio...

Así que perdonadme que tenga un momento de flaqueza y me pregunte ¿y para qué me he operado?

lunes, 18 de agosto de 2014

¿Y qué pasó con mi azúcar?

El motivo por el que decidí hacerme un bypass gástrico fue porque leí que esta intervención me podía ayudar a mantener mi diabetes tipo 2 a raya. Según las publicaciones relacionadas con este tema,  se pudo observar la remisión de la diabetes tipo 2 en los pacientes con obesidad que se operaban. Es decir, se había constatado que la remisión de la diabetes es una especie de efecto "colateral" en estas intervenciones a personas con obesidad (manga gástrica, bypass gástrico).

Llevo mucho tiempo luchando por controlar mis niveles de azúcar en la sangre. Cuando mejor me ha ido es cuando he combinado una dieta muy estricta con grandes cantidades de ejercicio. Pero aún así, cuando tienes una infección o te encuentras "bajo" o caes en la tentación de comer algún plato prohibido (en mi caso por ejemplo pasta, pizza, e incluso arroz), los niveles de azúcar bailan y poco puedes hacer para controlarlos.

Hace bastante tiempo que no me medía el azúcar. Tal vez pueda sonar a excusa, pero me quedé sin tiritas reactivas para medir la glucosa. Y cuando la enfermera de mi ambulatorio me dijo que como no era insulino-dependiente ya no me las daban y estando en paro no me podía permitir comprarlas, me cabreé y mucho. Y entonces decidí que si tenía que comprarlas yo, no lo haría en España. Así que me vine a Irlanda con mi aparatito y con las tiras que me quedaban. Pero aquí no me volví a medir el azúcar. Durante los primeros 6 meses caminaba mucho, muchísimo; lo que me hizo estar en muy buena forma física, perder algo de peso y supongo que mantener los niveles de azúcar a raya. Pero desde que comencé a trabajar desde casa y limité el ejercicio a la salida algunos fines de semana y  viendo la velocidad a la que estaba engordando supongo que mi azúcar estaba bastante descontrolado.

Así que llegué a la operación un poco a ciegas en lo que se refiere a niveles de azúcar en sangre. La primera noche tras la operación en la Clínica Montpellier me midieron el azúcar. Tenía 300, por lo que me fue administrado el primer "chute" de insulina de mi vida. Al día siguiente por la mañana tenía 200, así que me pusieron mi segundo pinchazo de insulina. Me asusté, me preocupé... ¿Para qué me he operado? El tercer día y a punto de irme a casa y mi azúcar seguía en 200.

Aproveche la visita del internista y pregunté qué debía hacer con mi tratamiento para la  diabetes. Hasta el día antes de la operación tomaba 3 pastillas de Metformina 850 al día (una antes del desayuno, otra antes de la comida y una antes de la cena). Ante mi sorpresa mayúscula el médico nos respondió que ya podía dejar de tomar la medicación para la diabetes. Como yo insistí, alarmada, que mis niveles de azúcar estaban bastante altos el médico me aconsejó ir midiendo el azúcar y si hacía falta, tomarme una pastilla de Metformina.

Un par de días tras la intervención un amigo diabético me prestó una tira y su aparato, y mis niveles de glucosa estaban a 140! Bueno, tampoco es para echar cohetes, si tenemos en cuenta que me encontraba en la primera fase de líquidos tras la operación. Pero aún así, era una mejoría. Al llegar a Irlanda encontré mi medidor y las tiritas que tenía guardadas y comencé a medirme. Los números estaban algo mejor, pero no era lo que estaba esperando. Mi azúcar seguía relativamente alto. :( Ni corta ni perezosa, escribía al médico preguntando si esto era normal. ¡Yo me había operado por la diabetes! ¡Y mis niveles de azúcar estaban altos! ¿Para qué me había operado?

El médico internista, pese a estar de vacaciones, me respondió el mismo día diciéndome que no me preocupara. Que estas cosas tomaban su tiempo y que posiblemente tardaría un mes en poder observar resultados. Desde el día 11 de agosto mido mis niveles de azúcar cada día a primera hora para saber si necesito tomarme o no la pastilla de Metformina. Y la cosa, de momento va así:
Día 11, 165 (me tomé una pastilla); día 12 - 138; día 13 - 138, día 14 - 149 (pastilla); día 15-143; día 16 - 150 (pastilla); día 17 - 138 y hoy, día 18 -129.  Aparentemente, si todo sigue igual, ¡parece que los niveles de azúcar en sangre van bajando! ¡Yipiiii!

Hace ya 21 días desde la operación y tengo que reconocer que las cosas han cambiado y mucho. Si bien todavía no tengo los esperados niveles normales de azúcar en sangre, parece que va mejorando. Y lo cierto es que en estas semanas sólo he tomado 3 pastillas de Metformina en total (¡en lugar de las tres pastillas al día!). Pero aún tengo dudas... y a veces temo que no llegaré nunca a los ansiados "niveles normales" de azúcar en sangre. Se que esta operación tiene un gran porcentaje de éxito, pero éste no es del 100%. Y espero de corazón no estar en ese porcentaje que sólo consigue una mejoría en los síntomas en lugar de una remisión total. :S

Sea como fuera, está claro que aún tengo que esperar... Así que ¡deseadme buena suerte!

Os seguiré contando...

martes, 12 de agosto de 2014

¡Tengo hambre!

La fecha elegida para mi intervención fue el 28 de Julio de 2014. Desde dos días antes de la operación tuve que empezar a beber sólo líquidos. Nada más que líquidos, para que no hubiera restos en el estómago que pudieran entorpecer la operación. Y fue duro. Últimamente estaba comiendo mucho. Por hambre, por ansiedad, por estrés... Acababa de empezar con una nueva posición en el trabajo y estaba muy asustada por la operación. Al trabajar desde casa dejé mis largas caminatas por Dublin y pasé a prácticamente no moverme. Tenía que llegar al peso mínimo de 96 kilos que me había mandado el Dr. Resa. Y lo conseguí. La noche antes de partir para Zaragoza me pesé en casa: 96,600 kilos.

El día 28 de julio sólo me estuvo permitido tomar un café con leche y beber agua hasta las 10 de la mañana. A partir de ahí nada más. Me operaron por la tarde y no fue hasta las 5 de la tarde del día siguiente que pude tomar mi primer vaso de agua tras las intervención. ¡Un vaso de agua que me duró más de dos horas y media! En el hospital, África, la ayudante del Dr. Resa me explicó cómo deberían ser mis hábitos de comidas tras la operación. Durante los primeros siete días sólo líquidos y a sorbitos pequeños espaciados por 15 minutos. Mortal. ¿Os imagináis que vuestra comida más contundente del día es un consomé aguado y que podéis dar un sorbito, esperar 15 minutos, volver a dar otro sorbito y así durante dos horas? :( No sólo que os toca recalentar el consomé como poco un par de veces... Es que cada vez que os toca "comer" se convierte en una historia interminable. Y esos siete primeros días pasan muy, pero que muy lentos. Y si encima estás en España, con toda esa comida maravillosa, se convierte en una tortura. Mi primer día en el Hospital tras las operación soñaba con comer un filete empanado, ¿os hacéis a la idea?

Los segundos 8 días pude tomar líquidos más densos (¡wow!) que incluían yogurt para beber y gazpacho. Ya no debía esperar los 15 minutos entre sorbo y sorbo, aunque aún así debía beber muy despacio y cada vaso debía durarme aproximadamente una hora. Esta segunda semana ya me tocó en Irlanda. Y aunque la comida aquí no es tan espectacularmente rica como en España, también se me ha hecho eterna. Lo peor ha sido la sensación de hambre. A partir de las 4 de la tarde empezaba a pasearme por  casa como un león enjaulado muerta de hambre. Más de una vez me sorprendí a mi misma chupando un poco de nocilla del dedo tras preparar la merienda a mi hija o tomando el zumito de los tomates que quedaba en la ensaladera tras las comidas.

La única forma de aplacar ese hambre canina era la crema de pollo que tomaba para cenar. Pero al día siguiente a las 4 volvía a sentir el hambre. Han sido en total (y contando los dos días previos a la operación) ¡18 días! de sólo líquidos. Nunca antes en mi vida había pasado por algo así. Antes de operarme no se me pasó siquiera por la cabeza que tendría que pasar por esto. No se me ocurrió. Ilusa de mi, pensé que después de la intervención podría volver a comer como siempre lo había hecho. Nunca se me ocurrió que mi estómago encogería al tamaño de un paquete de kleenex pequeño (que me lo han repetido tantas veces que ¡ya le tengo manía a los paquetes pequeños de kleenex! Con tal de no ver ese volumen ¡no pienso volver a comprar los kleenex pequeños en mi vida! Grrrrr... ).

Como nota positiva de esta etapa debo decir que el último día que me pesé en casa en España (el día 6 de agosto) pesaba 89,500. ¡Siete kilos menos que antes de operarme!

Algo es algo.

Hoy es mi último día de líquidos y esta tarde sentía tanta, tanta hambre que he decidido empezar con la siguiente fase de la dieta (purés de cuchara, es decir, aumentando espesor a comida de bebés). Y he merendado un yogur de fresa. Un inocente y pequeño yogur de fresa. Pero no os podéis imaginar el miedo y el cuidado con el que me lo he comido. Tenía pánico de pasarme y vomitar o que me sentara mal y me doliera el estómago, como he leído en otros blogs de gente que se ha sometido a esta operación.

No ha pasado nada. Me he comido todo el yogur mientras escribía esta entrada del blog y no ha pasado nada.  Bueno, sí ha pasado. Ya no muero de hambre. ¡Bienvenida esta nueva fase!

lunes, 11 de agosto de 2014

Cómo llegué a tener diabetes tipo 2

Mi abuela era diabética. No se bien qué tipo de diabetes tenía, pero supongo que la tipo 2. Era gordita y de mayor tuvo Glaucoma. Finalmente murió de cáncer ginecológico, pero la diabetes le amargó bastante la vida (nunca mejor dicho, ya que era muy golosa). Un beso muy fuerte abuelita Hilda, estés donde estés.

Luego dirán que la genética no tiene que ver, pero mi hermano mayor tiene diabetes. Siempre pensé que era tipo 1, pero hace algunos años supe que era tipo 2 y que llevaba tratamiento de pastillas. A mi hermana menor le diagnosticaron azúcar muy alto hace ya unos cuantos años. Y ni corta ni perezosa se sometió a una operación que a mi me parecía una verdadera locura: bypass gástrico. Desde entonces, mi hermana no ha vuelto a tener problemas con el azúcar (aunque a mi me parecía ciencia ficción y una verdadera locura).

Pero volvamos a mi. Cuando tenía unos treinta años, fui diagnosticada como prediabética. Tenía el azúcar alto y logré controlarlo a base de dieta. De los 30 a los 39 viví con altibajos de azúcar y de peso, pero no le di demasiada importancia. A los 39 años me quedé embarazada y no fui capaz de pasar la prueba de azúcar. Me diagnosticaron Diabetes gestacional. Pasé un embarazo algo complicado, ya que nadie tuvo a bien explicarme que algunos alimentos (como la leche, por ejemplo) tienen azúcar y que debía intentar evitarlos para bajar los niveles de azúcar. Sí, parece de risa, pero es cierto.  Yo no tomaba azúcar y pensaba que con eso debía ser suficiente. No sabía nada de los hidratos de carbono ni de los azúcares... Pero, finalmente di a luz a una preciosa niña muy sanita y tras consultar con mi ginecóloga, di por finalizada mi diabetes gestacional. ¡Muerto el perro se acabó la rabia!, pensé. Y me equivoqué.

Es probable que tras el embarazo, la diabetes gestacional hubiera remitido. O no, o tal vez simplemente había mutado (si es que esto sucede) y se había convertido en una diabetes tipo 2 normal y corrientucha... O tal vez desarrollé después la diabetes tipo 2... Lo cierto es que no lo sé. No tengo ni idea. No me hice más análisis y decidí que estaba sana. Como disculpa diré que tras el nacimiento de nuestra hija, mi marido fue intervenido por un cáncer y si bien salió todo fenomenal, el susto que pasamos fue tan grande que pocas ganas me quedaron de estar enferma. Y llegué a pesar 106 kilos y acudí donde una homeópata para conseguir volver a un peso más normal. Pero nunca volví a ser delgada como era cuando conocí a mi marido.

Cuatro años más tarde (es decir hace cuatro años), una infección de orina muy aparatosa me hace ir al médico de cabecera y hacerme análisis. Y ahí fue cuando me tuve que enfrentar a la realidad: por primera vez me diagnosticaron Diabetes tipo 2. Perdí visión en ambos ojos. Y me mandaron una dieta muy, muy estricta. Me explicaron que debía hacer mucho ejercicio y que debía tomar medicación, que tras algunos ajustes se estableció en tres pastillas al día de Metformina 850 (una antes del desayuno, otra antes de la comida y otra antes de la cena). Me asusté. Empecé a hacer fitness y después comencé a caminar como poco una hora al día.  Y las cosas iban bien.

Pero me quedé en paro. Y llegó la crisis. Y la sanidad pública decidió que no me daban más las tiras y los pinchitos para medirme los niveles de azúcar en sangre porque no era insulino-dependiente. El precio de las tiras era algo desmesurado y no me lo podía permitir. Y siendo mujer y mayor de 40 años no había forma de encontrar trabajo. Así que, al final, decidimos irnos de España y establecernos en Irlanda.

Aquí, en Irlanda, conseguí trabajo. Y cuando lo conseguí, hicimos una promesa: Ahorrar todo lo posible para poder realizarme un bypass gástrico para intentar hacer remitir la diabetes. El 28 de Julio de 2014 me sometí a un bypass realizado por el Dr. Resa en la Clínica Montpellier de Zaragoza. ¿Conseguiré hacer remitir mi diabetes? Aquí lo iré contando.

Gracias por leerme.